4 trucos para acabar con las rabietas
Este mes de agosto ha sido bastante activo en lo que a publicaciones en los medios de comunicación escrita se refiere. Esta semana os acercamos al artículo publicado en la revista MÍA número 1506, en el que nuestra experta psicóloga infantil y coach, Anna Maria Sells, nos habla de las pataletas.
Os facilitamos el artículo completo en esta entrada, aunque podéis consultar la versión publicada aquí.
¡Combatir las pataletas qué paradoja!
Es probable que alguna vez te hayas encontrado ante la situación de un berrinche infantil, implicado en el mismo o no. Cambia mucho la mirada sufrida desde dentro de la situación, que como simple observador ajeno al desencadenante de la ofensiva. Es muy diferente según el vínculo que existe con el protagonista, es decir si eres su padre/madre o desempeñas otro rol y si tu relación es puntual o de continuidad.
Posiblemente te cuentes internamente a ti mismo diferentes juicios sobre el comportamiento que estás viendo y establezcas rápidamente comparativas con otros conocidos en contextos similares. Si la escena no va contigo, por favor, no interfieras. Es difícil reconducir una situación y debe respetarse esa experiencia.
Si conoces en profundidad al niño, tienes una intuición de dónde radica el origen de esta forma de comportamiento. ¿Siempre ha sido un temperamento potente? ¿Qué le ha permitido su forma de hacer? ¿Es un superviviente dentro del grupo de hermanos, en clase?
Quizás de manera imperceptible rápidamente pongas en valor que es más molesto para ti en ese momento y situación o, por el contrario, tengas el temple de poner por delante al niño/a. ¿El niño respecto a su educación o en relación a su deseo/necesidad del momento? También entran en juego los hábitos de relación y comunicación establecidos en el tiempo y su efectividad percibida. ¡A dos bandas!
En cualquier caso vamos a suponer que hemos decidido poner fin a esta situación en adelante. Hemos de tener presente que uno es perseverante en un modo de hacer si la cosa funciona. De otro modo, por una cuestión de economía de esfuerzo, trata otro recurso más efectivo siempre que advierta alternativas posibles.
Como en este caso estamos hablando de niños, niños de diferentes edades, habremos de contextualizar también sus posibilidades de respuesta y enseñarle otras formas con paciencia. Precisamente los niños vienen armados con un potencial bruto de perseguir resolver sus intereses que es necesario modelar, lo que llamamos socialización. Además, pensemos que no todos son excedentes en perseverancia, cada niño es único. Eso sí, hemos de enseñarles a entender una situación y a utilizar sus herramientas personales, a educar el deseo.
Con el objeto de educar al niño, hemos de ponernos en su piel y empatizar en las posibilidades que tiene desde su corta edad, la que corresponda. Como buenos estrategas ver cómo gestionar todos los elementos en juego para conseguir en breve nuestro objetivo.
Quizás ese es un tema que desvía el propósito de la demanda del artículo, pero es una reflexión necesaria. Debemos dirigirnos al niño hablando su idioma, para poder entendernos. Sobre todo en este caso, en el que tenemos una meta, evitar en la medida de lo posible las enrabiadas o acotarlas en el tiempo, pues es difícil lidiar con enfados persistentes. Pero en esta ocasión nos encontramos en una situación concreta y específica, la que sea ¿cuáles son los recursos reales que van a ser efectivos para atajar la situación?
Tú eres el adulto, debes ser un buen modelo y un buen administrador de soluciones y refuerzos. Responder en lugar de reaccionar, es decir, tener presente nuestra meta y poner en juego la estrategia definida para nuestro caso (nuestro hijo/a con sus peculiaridades).
Recordar poner el foco de intención en nuestro hijo/a relativizado pero por delante del contexto o situación.
No engancharse en elucubraciones mentales y mucho menos abiertas (en voz alta) y monólogos con generalizaciones (otra vez..., es que siempre..., no sé cómo haces que...), simplemente enfocarse en nuestra determinación y tomar fuerza de nuestra confianza personal en la capacidad de resolverlo.
Evitar las justificaciones in situ ante terceros ni para auto proteger nuestra imagen ni para buscar apoyos. Sí es importante que las personas de relación habituales con el niño/a conozcan y respeten la forma de actuar que los padres hayáis acordado, pero que comuniquéis y pidáis apoyo (neutral) fuera de la atención del niño/a.
Evitar emplear juicios sobre el modo de ser del niño y optar por referir especialmente los comportamientos o los hechos objetivos y las consecuencias.
No olvidar nunca enseñar la forma correcta de hacer o conseguir una cosa.
Hacer notar al niño/a que apreciáis cuando hace las cosas correctamente y también cuando está progresando en la forma de hacerlas como le enseñamos deben hacerse o su alternativa es adecuada.
Bien - pensaréis - pero entre tanto ¿cómo resuelvo la papeleta tan bochornosa que a veces se desencadena en cualquier modo o lugar? Porque este es el momento actual... hasta conseguir más autocontrol por parte del niño... A parte de paciencia y empatía, no tomándose la rabieta como algo personalmente dirigido sino que es lo mejor que sabe hacer actualmente para lograr su propósito. Insisto, enseñarle cómo hacerlo de otra manera... ¡pero no tenemos ahora tiempo!
Hay que romper el esquema que le tiene enganchado en la rabieta pero no de manera equivocada tipo “va que haces x y después y”, puesto que esto se convierte en un arma de doble filo y podemos caer en la trampa de anticipar la ganancia para evitar la situación que anticipamos.
Mejor destacar algo positivo que capte la receptividad o expresar escuetamente que ya te das cuenta de lo que está expresando, validar esa emoción pero desaprobar la forma. Por ejemplo, “veo que estas muy enfadado, cuando estés más tranquilo hablamos”. “Sabemos que es difícil esperar pero eres capaz de hacerlo”.
Establecer las consecuencias de las enrabiadas de forma concreta y clara. Aplicarlas de forma coherente en caso necesario (bajo las condiciones establecidas con el niño/a) inmediatas en el tiempo.
Dar una razón objetiva y escueta que justifique tu negativa a darle lo que solicita, y explicitarlo en un tono firme y una posición sostenida en el tiempo. No claudicar y delegar la decisión en tu pareja por ejemplo.
Tener un gesto de aprobación cuando la rabieta ha cedido, ni que sea un guiño que indique “así es” y “me doy cuenta” de que lo has hecho. Es decir hacer notar que estáis atentos a los progresos.
Fuera de contexto, inventar historias de situación, fábulas, explicar anécdotas o leer cuentos para refrescar indicaciones de forma positiva, preguntando, proponiendo alternativas creativas que vayan llenando posibles oportunidades, y valorando consecuencias en terceros. Ponerse también en el papel de los sufridores, para entendernos y empatizar con ellos.
Cuando corrijas a tu hijo/a háblale desde su altura y solicita su mirada, mantén una forma coherente entre el lenguaje verbal (contenido) y no verbal (la expresión, el tono, la expresión y el gesto). Marca con estos indicadores claramente distinción entre la firmeza, la aprobación, la alegría…
Ayúdalo evitando las situaciones o preparándole en aquellos contextos que suelen ser conflictivos, recordándoles qué esperas de él/ella.
Con todo, te darás cuenta que debes ser muy consciente de para qué (meta), analizada y bien definida has establecido tu plan de actuación fraccionado en mini etapas asequibles. Sé exigente y meticuloso con tu propia actuación y piensa si los logros de tu hij@ reflejan tu ejemplo. Sé más exigente contigo mismo y a la par ten confianza en tu capacidad de progresión y éxito. Mantén en mente tu propósito y sé perseverante. ¡Kolam!
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