Aunque pase el día dentro del agua ¡tu hijo puede estar deshidratado!
Me siento frente a mi portátil para preparar un artículo adecuado a la temporada en la que nos encontramos, bien entrado el mes de julio y a unas temperaturas tremendas. El aire acondicionado está definitiva e inoportunamente fuera de combate, como todo tipo de imprevistos. Pronto será mediodía y la pared principal del despacho que da a la calle es de cristal; un horno, vaya. Suerte que conseguí, tras una larga peregrinación (en concreto a 7 establecimientos, ¡siete!) un ventilador que mueve un poco el aire… Suena mi alarma de cada hora para que me levante del asiento y cambie unos instantes (si es posible) de actividad, me mueva un poco y beba agua. No era poco frecuente en mí, antes de tomar este hábito, que me pasara media jornada inmovilizada y sin unas mínimas curas personales. Este comentario me ha traído a la mente el tema de la relevancia de la educación en los hábitos de hidratación en los niños. Nunca está de más, pues aunque sea un tema muy tratado es de vital importancia tenerlo en cuenta.
¿Qué control o garantía tienes que tu hijo está correctamente hidratado? Cuando no están con nosotros, ¿qué nos garantiza que mantienen su equilibrio hídrico corporal en buen estado? El indicador de percepción de sed ya muestra un estado de carencia que deberíamos educar a nuestros hijos que prevengan. Es recomendable llevar siempre agua en la mochila.
Una deshidratación leve se refiere a la pérdida de hasta un 5% de líquido corporal. Atención porque es MUY IMPORTANTE. Una deficiencia de líquido de tan sólo un 1% del peso corporal se ha relacionado con una elevación de la temperatura corporal durante el ejercicio, con la consiguiente disminución del rendimiento físico. Se calcula que una elevación de la temperatura corporal de los 0,1ºC a los 0,23ºC causa este 1% de pérdida de peso corporal. El volumen de sudor que actúa como refrigerante disminuye y, como resultado, la vía de evaporación de pérdida de calor también es menor. En consecuencia, la deshidratación reduce la temperatura corporal que una persona podría tolerar.
Se debe ofrecer beber agua a los niños mientras juegan al aire libre, y usar un pequeño vaporizador cuando sea posible para refrescarles. También es necesario beber a menudo si se pasa tiempo en un recinto cerrado con aire acondicionado. Los niños deben usar ropa fresca y cómoda, de algodón y de colores claros.
Una deshidratación del 2% del peso corporal no sólo produce sed y un bajo rendimiento físico, sino que también afecta al rendimiento intelectual (memoria a corto plazo, atención, fatiga, facultades aritméticas, velocidad psicomotriz, rapidez de decisiones perceptivas, etc.).
La hidratación favorece el rendimiento en el trabajo. Cuando los niños hagan sus "deberes de verano", deben tener también agua disponible. Les ayudará en su cometido, que bastante difícil se les hace ya asumiendo que están de vacaciones.
El asunto es grave a medida que aumenta la deshidratación porque la sintomatología empeora hasta llegar al colapso, y aún peor.
Una deshidratación de entre el 3% y el 5% del peso corporal puede causar sequedad de boca, reducción de la excreción renal, dificultad para concentrarse y para el rendimiento cognitivo, hormigueo en las extremidades, somnolencia, impaciencia, náuseas e inestabilidad emocional.
Por favor, padres, atención a los síntomas que podemos detectar directamente de los que hemos citado. Frente a la duda, consultad con vuestro pediatra o médico de confianza. Si notáis que el niño se siente fatigado y apagado, ofrecedle líquidos endulzados. Pero si persiste, llevadle al médico.
Tengamos en cuenta que dos tercios de nuestro peso es agua, y que éste es un elemento esencial para la mayoría de procesos fisiológicos, es decir, para el correcto funcionamiento del organismo. Por tanto, es fundamental y conveniente prestar especial atención a nuestra ingesta diaria de agua, sobre todo en los niños, y educarlos para que sean conscientes de la necesidad de beber agua de forma metódica durante el día.
La compensación del agua en el organismo debe ser proporcional al gasto que se genere. Por eso es fundamental incrementar su consumo cuando se practica ejercicio físico, cuando la temperatura ambiente es elevada, cuando se presenta fiebre o cuando se tiene diarrea.
La cantidad diaria de agua recomendada en función de la edad según los nutricionistas expertos en alimentación infantil es de:
750-850 ml de agua a partir de los 3 meses de vida.
950-1100 ml de agua a partir de los 6 meses de vida.
1150-1300 ml a partir del primer aniversario y hasta los 8 años de edad, en que se debería llegar a los 1,8 litros diarios.
A partir de los 9 años, esta cantidad sube hasta los 2,2 2,5 litros.
Por tanto, se recomienda beber agua o líquidos naturales con frecuencia cada 2 horas, aunque no se sienta sed. No se debe abusar de los líquidos que contengan gas ni azúcar añadido. Una buena idea es asociar la costumbre de beber a otra actividad, o hacer como os comentaba que hago yo misma con una alarma que, por cierto, acaba de sonarme.
¡Hasta la próxima semana! ¡Kolam!